-¡Válgame Dios! -dijo Sancho-, ¿no le dije yo a vuestra merced que no eran sino molinos de viento?
Symbaloo de la clase
lunes, 22 de septiembre de 2014
La aventura de los molinos de viento
Y encomendándose de todo corazón de su señora Dulcinea, Don Quijote arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primer molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle a todo el correr de su asno y, cuando llegó, halló que no se podía menear.
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